Hace mucho mucho tiempo, en la ciudad de Nazaret, vivía una mujer que se llamaba María. María amaba mucho a Dios y se iba a casar con José, que era un hombre carpintero. Después del matrimonio, a María se le apareció un ángel que le dijo que muy pronto tendría un bebé que se llamaría Jesús. Este bebé sería, además, el esperado mesías.
Cuando José se enteró de que María tendría un bebé se sintió un poco confundido, pero otro ángel apareció en sus sueños y se encargó de explicarle que Jesús iba a ser el Hijo de Dios. De esta manera, José pudo entender perfectamente todo lo que ocurría.
Pasado un tiempo, José y María tuvieron que marchar a Belén. En esa época todavía no existían los coches y eso hizo que tardaran mucho mucho tiempo en llegar. A María le faltaba ya poco tiempo para dar a luz a su bebé.
Estaban muy cansados y necesitaban hacer un alto en el camino, pero María y José no sabían dónde pasar la noche. No se sabe realmente dónde se quedaron, pero todo el mundo piensa que lo hicieron en un humilde granero rodeados de animales, entre ellos, una mula y un buey. Era un lugar cálido en el que no pasar frío y, además, estaba cubierto de paja lo que lo hacía cómodo y apropiado para dormir un poco.
Sorprendentemente, esa misma noche y en ese pesebre nació el niño Jesús. Se cree que la fecha real de su nacimiento fue en abril o mayo, pero tradicionalmente la Iglesia Católica lo celebra el 25 de diciembre y las ortodoxas el 7 de enero.
En estas fechas, las personas reflexionan sobre su amor por Dios y celebran la llegada de Jesús al mundo. Por eso, en Navidad las familias se reúnen y celebran. Es una época para amar, para perdonar, para disfrutar, para cantar villancicos y para decorar la casa con árboles de Navidad y luces.
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